El "Black Friday" tiene su origen en Estados Unidos, pero su origen no tiene nada que ver con grandes descuentos en los productos.
La primera referencia de "Black Friday" se remonta a la ciudad de Filadelfia en la década de los 50, cuando la policía de la ciudad utilizaba dicho término para definir el caos del día posterior de Acción de Gracias y que las calles se llenaban con el ir y el venir de turistas entre los cuales se encontraban potenciales compradores. También existía más tráfico y al haber más volumen de gente existían pequeños robos aprovechando la masificación de ese día.
Esas compras espontáneas hacían que los comerciantes vendieran más productos y se veía con buenos ojos dichos movimientos de dinero. Al poco tiempo, estos vendedores empezaron a usar el término "Black Friday" como algo positivo, dado que podían ver como sus cuentas podían pasar de números rojos a números negros a medida que aumentaban las ventas.
Y es que el "Black Friday" se convertido en ese día sagrado, en el que los ciudadanos del mundo se levantan más temprano que un lunes laboral, pero con una noble misión, la de salvar unos euros en una batidora que jamás usarán.
La sociedad de consumo ha conseguido hacerlo: Ha convertido un día en la competición de gladiadores modernos, donde la arena es un centro comercial y el premio un 20% de descuento.
Por otro lado, el verdadero descuento del día es la dignidad: La que dejamos en la entrada, justo al lado de la compra. ¿Y todo esto para qué? En la mayoría de las ocasiones para comprar cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos para impresionar a personas que ni siquiera conocemos. Pero no hay que preocuparse, siempre podemos devolver las compras al siguiente Lunes... Pero va a ser que no, porque es "Cyber Monday".
Black Friday se convertido en un espejo del consumismo desbocado, en el que el mundo puede estar ardiendo pero ¡No preocuparse! que la batidora está al 50%.
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